Hace un ratito me he encontrado con un compañero de estudios. Corrían los principios de los años 80 cuando compartimos muchos momentos, de estudio, trabajo y también de diversión en el Seminario Mayor de Cáceres. Hacía tiempo que no nos veíamos y me ha reconfortado la conversación que hemos mantenido. El compañero en cuestión llegó a ser sacerdote y hoy su vida es para los demás, vida de entrega y servicio. Mi camino fue otro.
A partir de este encuentro he pensado en las buenas costumbres que en aquellos años se nos enseñaban. La puntualidad, el trabajo, el esfuerzo, el reconocer los errores y aprender de ellos, el dar una palabra y ser firme a ella y un sinfín de valores que parece que la sociedad actual olvida u olvidamos. Y también los consejos que se nos daban, que aunque a veces no los aceptábamos, hoy nos damos cuenta que había mucha razón en ellos.
Esos años unieron mucho, lejos de nuestras casas formábamos una gran familia y sí que éramos compañeros y así es, puesto que cuando nos volvemos a ver parece que la simple mirada nos vuelve a unir y nos identifica.
Gracias a esos compañeros hoy podemos decir tengo un amigo de tal o cual sitio y es saceredote, maestro, agricultor, empresario, médico, ganadero, mecánico o lo que Dios quiera que haya sido en la vida, pero sobre todo una persona de bien, recta en sus actos y preocupada por el bien común.
Amigo, compañero, te deseo éxito en tu labor a pesar de las dificultades.
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