domingo, 26 de octubre de 2008

Compañeros de estudio

Hace un ratito me he encontrado con un compañero de estudios. Corrían los principios de los años 80 cuando compartimos muchos momentos, de estudio, trabajo y también de diversión en el Seminario Mayor de Cáceres. Hacía tiempo que no nos veíamos y me ha reconfortado la conversación que hemos mantenido. El compañero en cuestión llegó a ser sacerdote y hoy su vida es para los demás, vida de entrega y servicio. Mi camino fue otro.
A partir de este encuentro he pensado en las buenas costumbres que en aquellos años se nos enseñaban. La puntualidad, el trabajo, el esfuerzo, el reconocer los errores y aprender de ellos, el dar una palabra y ser firme a ella y un sinfín de valores que parece que la sociedad actual olvida u olvidamos. Y también los consejos que se nos daban, que aunque a veces no los aceptábamos, hoy nos damos cuenta que había mucha razón en ellos.
Esos años unieron mucho, lejos de nuestras casas formábamos una gran familia y sí que éramos compañeros y así es, puesto que cuando nos volvemos a ver parece que la simple mirada nos vuelve a unir y nos identifica.
Gracias a esos compañeros hoy podemos decir tengo un amigo de tal o cual sitio y es saceredote, maestro, agricultor, empresario, médico, ganadero, mecánico o lo que Dios quiera que haya sido en la vida, pero sobre todo una persona de bien, recta en sus actos y preocupada por el bien común.
Amigo, compañero, te deseo éxito en tu labor a pesar de las dificultades.

viernes, 10 de octubre de 2008

VWeb de apoyo a Cáceres 2016


La web http://www.candidatecities.com/ permite votar por Cáceres como candidata a ciudad europea de la cultura en 2016. Además, ofrece información sobre las distintas capitales europeas.
Estas, entre otras, son las pequeñas cosas que lo ciudadanos anónimos y de a pie podemos hacer para conseguir el objetivo.
VOTA, VOTA POR CÁCERES.

jueves, 9 de octubre de 2008

Las declaraciones de Marchesi


Ayer nos sorprendió Álvaro Marchesi (Secretario de Estado de Educación 1992-1996) con unas declaraciones, que a mi, a título individual, me han sorprendido y supongo que a muchos docentes también. Y no me sorprende la contundencia de lo dicho, ha dicho una verdad más grande que un templo, lo que me sorprende es que lo diga quien lo dice y que hasta el momento no se haya dado cuenta del asunto o al menos no lo haya reconocido.Ya lo reconoce. Ahora resulta que los alumnos de hoy día están muy distraídos, no se esfuerzan, no dejan desarrollar una clase con normalidad, etc. Eso lo venimos diciendo desde hace mucho tiempo muchísimos docentes y sentimos que preocupa poco pues no se establecen medidas que palíen tal situación.

Hoy hemos entrado en una espiral de conseguir las cosas sin esfuerzo, el niño todo lo tiene porque no tiene más que abrir la boca y lo "deseado ya lo tiene en los labios o en las manos", así que ya podemos predicar y exigir trabajo, hábitos de estudio y esfuerzo en las tareas escolares en los centros educativos.

¡Como para no distraerse!. No les falta de nada, les servimos los padres una carta muy variada de propuestas y que lejos de mantener la atención a lo importante para su desarrollo posterior, lo que se consigue es dispersar el interés por lo básico.

Si ahora lo reconoce el señor Marchesi, ójala influya en un cambio y sirva para que las "cabezas pensantes" reflexionen y crean lo que los docentes pensamos y vemos diariamente, porque somos nosotros los que día a día palpamos esta realidad.

lunes, 6 de octubre de 2008

Treinta años de Magisterio en las Hurdes

Indagando en la red, he dado con la Web "COLOQUIOS HISTÓRICOS DE EXTREMADURA" www.chde.org y en el año 1980 aparecía el artículo titulado "Treinta años de Magisterio en las Hurdes" que escribía Dionisio Prieto Aguilar. En mencionado artículo se elogia la figura de mi abuelo paterno, Alejandro Arroyo Blanco, que como es normal, me ha enorgullecido leerla y también quiero compartirla con vosotros.
A continuación he pegado el artículo completo:

Treinta años de Magisterio en las Hurdes

Escrito por Prieto Aguilar, Dionisio
La carrera del Magisterio, por la brevedad de sus años de estudio y la posibilidad de enseñanza libre, aparte de su vertiente vocacional siempre admirable, se ofrecía en nuestra región, antes de la creación de la Universidad de Extremadura, como la principal puerta de salida al futuro, puesta al alcance de las juventudes estudiosas extremeñas, de ambos sexos, de sus clases sociales medias.
El número de títulos oficiales de maestros expedidos por las Escuelas Normales de sus dos capitales, debieron de exceder de la necesidad de estos profesionales en la región extremeña, puesto que sus primeros destinos les obligaban a salir, generalmente, a localidades de otras provincias.
Por el contrario, veíamos cómo en muchos de nuestros pueblos extremeños, ocupaban las plazas vacantes de médicos y otras profesiones superiores, universitarios de origen salmantino ó de Andalucía y, hasta en una localidad menor, semiperdida entre montañas, conocimos a su médico titular, un nativo gallego formado en la Facultad Compostelana.
Este evidente desequilibrio, impuesto por una muy circunscrita localización de la enseñanza superior de entonces, que atentaba al derecho de igualdad de oportunidades, felizmente ha llegado a su fin; y desde la creación de la Universidad Hispano americana de Extremadura y de la muy importante Universidad a Distancia de Mérida, se ha abierto en nuestra Región un amplio abanico de posibilidades culturales; y la necesaria diversificación de profesiones medias y superiores al alcance de todas las clases sociales.
Paralelamente, y dentro de la natural evolución de las Instituciones, se ha operado una profunda reforma de la primera enseñanza, desde el cambio de la denominación que tradicionalmente identificada a sus profesionales, hasta hacer desaparecer la venerable figura del único maestro del pueblo de nuestros años escolares, a quién veíamos enfrentado, en la ímproba labor de alfabetización y enseñanza, con una población escolar de más de cien alumnos, muy frecuente en los pueblos extremeños.
Sin pretender hacer nuestra, en este caso, la conocida frase del poeta de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, quisiéramos mostrar, junto a nuestro fervor admirativo a aquellos profesionales de escuelas unitarias, por fortuna ya históricos, las excepcionales figuras de los maestros nacionales Don Guillermo Díaz García y Don Alejandro Arroyo Blanco, quienes voluntariamente se internaron en la humilde comarca de pobreza y analfabetismo de Las Hurdes, donde permanecerían más de treinta años.
Para valorar tan abnegada decisión, había que situarnos en el recuerdo de la región hurdana de la década de los años de 1930 y algunas más siguientes, de total falta de comunicaciones, pobreza de viviendas, carencia de servicios sanitarios y otras muchas importantes deficiencias, reiteradamente divulgadas.
A raíz de la visita del rey don Alfonso XIII a aquella abrupta región, que lo recorrería a caballo por falta de carreteras, se constituyó bajo su Real Patronato, la Misión Pedagógica de Las Hurdes, con la finalidad principal de crear escuelas nacionales en la comarca, regidas por maestros titulados, que sustituirían a las “personas de buena voluntad”, contratadas por la Diputación de Cáceres, que venían ejerciendo hasta entonces la enseñanza en las escuelas existentes.
Concurrían en los citados maestros, pioneros de la cruzada hurdana, un conjunto de circunstancias, como la de haber conocido la orfandad en la infancia y su ingreso simultáneo en el Colegio de Huérfanos de la Constancia de Plasencia, fundado por el benefactor pacense don Calixto Payan y Vargas, Marqués de la Constancia, y donde se educaron y terminaron los estudios de Magisterio. Y, posteriormente, tras unos años de separación en la enseñanza, volverían a coincidir y reunirse en Las Hurdes, comarca clave para un magisterio duro, hasta su jubilación.
El mayor de nuestros protagonistas, Don Guillermo Díaz García, nació en la villa cacereña de Piornal, localidad situada sobre cumbres y atalayas en las estribaciones de la sierra de Gredos, de entrañable recuerdo para mí, porque en ella se asientan mis raíces paternas.
Transcurrieron sus primeros años del ejercicio de la profesión entre las escuelas de Figueruela de Abajo, provincia de Zamora, y del pintoresco pueblo cacereño de El Torno, hasta su voluntario traslado a la región de Las Hurdes.
Tomó posesión en el año de 1935 de su primera escuela hurdana en la alquería de Rubiaco, donde fue nombrado Maestro Auxiliar de la Misión Pedagógica, cargo que le obligaba a realizar cuantos traslados de escuelas requiriera el servicio. Así, en su cumplimiento, recorrió una parte importante de la comarca hurdana, desde humildes alquerías hasta otras localidades cabeceras de Ayuntamientos, residiendo en Las Mestas durante ocho años y, sucesivamente en Vegas de Coria, Caminomorisco y, nuevamente, en Las Mestas, donde fue nombrado Director de la Misión Pedagógica, el cargo más importante del Magisterio, con autoridad sobre todos los maestros de la región, que ejercería durante quince años, siendo su último destino la localidad de Pinofranqueado, en la etapa final de su magisterio.
Los diversos traslados de destino y cambios de residencia, llenos de dificultades por carecer la región de otros caminos que no fueran de herradura, fue otro más de los duros servicios prestados, que le permitieron, por otra parte, un conocimiento profundo del entorno hurdano y de sus gentes, y contribuiría, sin duda, entre otros méritos, al nombramiento del indicado cargo de Director.
Como reconocimiento oficial a su abnegada labor en la enseñanza, ejercida durante largos años, y en los servicios de visitas de inspección en medios conocidamente adversos, le fue concedida la cruz de Alfonso X el Sabio, regalada por sus antiguos compañeros del colegio de huérfanos placentino, e impuesta por el Inspector Provincial de enseñanza primaria, con la asistencia y adhesión de las autoridades locales de Pinofranqueado y Piornal, y de numerosos maestros.
Otra demostración de afecto popular se produjo en Pinofranqueado, en el homenaje de gratitud tributado con motivo de su jubilación en el año de 1966, en el que las palabras de elogio pronunciadas por las autoridades, encontraron emocionada réplica de quién, justamente homenajeado, dejaba atrás media vida al servicio de los humildes, destacando en este acto la exposición de trabajos manuales, delicado tributo de los niños y niñas de todas las escuelas de la región.
También fue condecorado por su eficaz labor de muchos años en la corresponsalía de la Obra de Previsión Social y en el desempeño de la Secretaria de la Hermandad de Labradores y Ganaderos de Pinofranqueado y Ladrillar, merecidamente conquistadas.
Como partícipes en la larga lucha de dificultades propias del medio hurdano, merecen especial mención, su esposa doña Elvira Torres Lorenzo, nacida en el pueblo cacereño de Torrejoncillo y sus dos hijos, ambos maestros. Su hija doña Concepción ejerció de profesora de E.G.B., en Pinofranqueado durante el respetable período de 22 años, dejando imborrable huella en la enseñanza y en el afecto general de sus vecinos. Su hijo don Félix cursó, además, la carrera de abogado.
Después de su jubilación, don Guillermo continuó residiendo en Pinofranqueado, habiendo tenido la satisfacción de llegar a conocer en los últimos años, una notable transformación y progreso general de la región hurdana, por la que tanto él como otros profesionales habían luchado largamente.
Murió en aquella localidad, cabecera de Ayuntamiento, a los 81 años de edad, y sus restos mortales quedaron para siempre en tierras hurdanas.
Aunque más sedentaria, no fue menos meritoria la labor desarrollada en Las Hurdes por el maestro nacional Don Alejandro Arroyo Blanco, en su larga permanencia en la alquería de La Sauceda. Procedente como su anterior compañero del Colegio placentino de la Constancia, semillero de decenas de notables maestros, muchos de ellos condecorados, su Dirección, ante la probada inteligencia de este alumno, accedió a que realizara los estudios de Bachillerato, que terminó con brillantez, así como el primer año de medicina en la Facultad de Salamanca. Invocando razones de necesaria economía, el Patronato de la Fundación acordó cesara en la carrera universitaria, y en este obligado cambio de su trayectoria y tras la necesaria convalidación de estudios, ingresó en el Magisterio Nacional con el número dos de su oposición.
Tomó posesión de su primera escuela a la edad de 21 años, en la localidad cacereña de Mohedas, y tanta impresión le produjo su primer contacto con el ambiente rural, desconocida por él hasta entonces, por haber transcurrido su vida en Plasencia, su ciudad natal, unido a la sombría perspectiva de su exiguo sueldo de entrada de mil pesetas anuales, que, según confesión propia, se derrumbó su ánimo hasta hacerle derramar las primeras lágrimas de su profesión. En esta localidad contrajo matrimonio con doña Raquel Paniagua González, nacida en el cacereño pueblo de Marchagaz, en quien, conocedora de la vida rural, encontraría su compañera ideal.
Transcurrido cinco años, fue trasladado al populoso pueblo de Benalcázar de la provincia de Córdoba y de allí al cacereño de Mirabel, donde encontró su más difícil tarea de enseñanza escolar, frente a 90 analfabetos integrales.
Constituida la Misión Pedagógica de las Hurdes, se presentó al primer concurso de maestros nacionales para esta región, siéndole adjudicada la escuela mixta de la alquería de La Sauceda, de la que tomó posesión el 7 de febrero de 1931.
Contaba esta alquería, anexa del Ayuntamiento de Pinofranqueado, con un censo de 225 habitantes y una población escolar entre 30 y40 alumnos, cifra cómoda para hacer una labor eficaz. Como en otras alquerías, la vida discurría en los niveles más bajos de la ya empobrecida comarca, carente de comunicaciones, sin médico, sacerdote ni comercio. Apenas circulaba la moneda y las transacciones se hacían mediante intercambio de productos y, hasta se carecía, entonces, de los servicios de cementerio. Esta deplorable situación la describiría don Alejandro con las palabras siguientes: “Era impresionante ver un cortejo fúnebre; había que llevar al fallecido a lomos de caballería hasta Pinofranqueado, donde se le daba sepultura. El bamboleo del féretro sobre la bestia que le porteaba, ponía la carne de gallina a todo lo largo de los cuatro ó cinco kilómetros que duraba el paseo”.
Hubiera parecido normal y hasta plausible, cualquier intento de abreviar la permanencia en esta aldea, pero el espíritu del maestro, templado ya a cualquier adversidad, después de los desfallecimientos sufridos en su primera escuela, decidió con premeditada firmeza fijar su residencia definitiva en aquella alquería, integrándose entre sus humildes gentes en una larga y voluntaria permanencia, que había de durar 35 años, y en esta actitud reside, a nuestro juicio, la principal grandeza de esta historia.
Conquistada por esta convivencia diaria la confianza de los hurdanos, y aunque nada anteponía a su primordial dedicación de la escuela y sus problemas, en lo que habla conseguido que fuera rarísimo el niño que no asistiera a clase y, por el contrario, costaba trabajo que la abandonasen después de cumplir los 14 años, no sólo era el venerable maestro, sino el consejero y amigo en aquella pequeña comunidad, de cuantos vecinos demandaban su consejo y ayuda, siempre dispuesto a prestarla en los numerosos problemas locales, que también le afectaban como residente, así como en asuntos privados.
De su eficaz labor escolar nos darán idea los testimonios siguientes:
I).- El que fuera maestro Director de la Misión Pedagógica de las Hurdes durante algunos años, don Feliciano Sánchez Marín, manifestó públicamente, que cada vez que visitaba la escuela de don Alejandro en La Sauceda, le daba un “voto de gracias”, y recuerda haberle felicitado por lo menos veinte veces; y por la Dirección General de Primera Enseñanza le fueron concedidos, en su época de Director, tres votos de gracias a la vista de sus informes y del examen de los cuadernos escolares enviados a este Centro. Siempre hizo constar en sus informes la extraordinaria labor de los maestros de la región hurdana, pero nunca tan completa como la de don Alejandro, porque este hombre asoció a su esposa é hijas en la labor de costura y hogar tan necesarias entonces y siempre. Consideraba como de auténticos misioneros la labor desarrollada en aquellos tiempos y en aquellas tierras por los maestros de la región, pero afirmaba, que el misionero número uno fue siempre don Alejandro, al que propuso le sucediera en la dirección de la Misión Pedagógica a su cese.
II).- En la visita que realizara a Las Hurdes el Ministro de Educación Nacional don Joaquín Ruiz Jiménez en el año de 1955, llegó a la alquería de La Sauceda con el Director General de Primera Enseñanza, quedando impresionados de la vida ejemplar y de la admirable labor desarrollada en tan humilde aldea, y en las palabras de elogio y felicitación dedicadas a su maestro en presencia de sus habitantes, anunció le sería concedida una condecoración, que por su breve período en el cargo, no llegaría a cumplir.
III).-De grandioso fue calificado el homenaje de gratitud, ofrecido el 27 de marzo de 1966 día de su jubilación, manifestado en el conmovedor desfile general de los vecinos que, con emocionados abrazos se despedida del venerable maestro tres generaciones de humildes hurdanos. Realzaron este acto la presencia del Inspector Jefe de Enseñanza Primaria de Cáceres y las autoridades locales; de compañeros maestros de la región; de un numeroso grupo de antiguos alumnos del colegio leas huérfanos placentino, que le hicieron entrega de un artístico diploma nombrándole “Calixto distinguido” y de la insignia de oro de su Asociación y muchos amigos de diversos puntos. En la plaza de la alquería de La Sauceda quedaría colocada en ese día una lápida, que llevará a la posteridad el recuerdo y agradecimiento a su maestro, e varias promociones de alumnos por su dilatada e imborrable labor cultural y social quiso vivir los últimos años en su ciudad natal de Plasencia, a donde trasladó su residencia. Conocedores sus paisanos de su largo magisterio y permanencia en Las Hurdes, pormenorizada en diversos reportajes y comentarios publicados en los diarios extremeños, llegó a gozar, entre ellos, de general admiración de simpatía y popularidad. En el año de 1973, siete años después de su jubilación, le fue otorgada, por fin, la ya casi olvidada cruz de Alfonso X el Sabio, gestionada últimamente por las autoridades hurdanas de Pinofranqueado.
Correspondió, a la alegría é ilusión que todavía le produciría tal alta distinción, con un gran gesto de humildad -la virtud que había presidido toda su vida-, al hacer público ofrecimiento de esta condecoración, a la Fundación que le acogió en su orfandad y debió su carrera; al maestro del colegio, don Cesáreo Barberán Palop -un gran maestro que no olvida a su primer maestro-; a sus hermanos “calixtos” compañeros de colegio, y a sus hijos.
Falleció en Plasencia a los 81 años de edad, y su entierro constituyó una sentida y numerosa manifestación de duelo, a la que asistieron muchos vecinos de Las Hurdes, especialmente de La Sauceda y Pinofranqueado.
No podía haberse escrito la página de esta vida, si en ella be hubiera faltado la leal cooperación de la esposa y de sus cinco hijos. Indudablemente estos hubieran deseado que su juventud transcurriera en otros ambientes de niveles superiores al vivido en la citada aldea y su entorno hurdano; pero los hechos han confirmado, que en el seno de esta familia siempre se acató y secundó respetuosamente el alto ideal de la decisión paterna.
Mas como padre consciente de su responsabilidad, comprendió que con esta actitud no debía comprometer el futuro de sus hijos, y habiéndoles trasmitido su vocación, cuatro de ellos cursaron la carrera del magisterio, por enseñanza libre, de idéntica forma como lo hubieran podido hacer en cualquier población, bajo la única y exclusiva preparación de su padre que acreditó su reconocida, sólida y amplia formación cultural.
Hoy, estos hijos ejemplares, salvo la hija mayor Rosa, que sacrificó sus estudios por tener que cuidar de la delicada salud de su madre, son profesores de E.G.B. en los pueblos extremeños. Emilio, nacido en Mohedas, con seis años de ejercicio de la profesión en Pinofranqueado, actualmente está en Zarza la Mayor, en donde también es alcalde; Asunción ejerce en Mirabel, su pueblo natal; y Elena y Manuel, nacidos en la alquería de La Sauceda, la primera falleció de maestra en Descargamaría, y el menor de todos, Manuel, ejerce en la localidad gatense de Moheda.
He tratado de describir las vidas paralelas de dos maestros nacionales que, junto a otros compañeros de la Misión Pedagógica de Las Hurdes, y de sacerdotes, médicos. Auxiliares sanitarios y de cuantos han venido voluntariamente, dedicando una parte de su vida al servicio de las humildes gentes hurdanas, merecidamente han -ganado la admiración general, y el derecho a ocupar un importante puesto en la -historia de sus cincuenta años últimos, los más duros y difíciles, sin duda, de esta deprimida región, en el esforzado intento de su apertura a la cultura y al progreso.
Piornal y Plasencia debieran de honrar a estos sus hijos ejemplares, dando su nombre a una de las calles de sus barrios más humildes, entre quienes, ellos, quisieron pasar media vida.

Hay que seguir apoyando


TODOS DEBEMOS SER EMBAJADORES DE ESTE PROYECTO